Clarín: “La caída de Emilio Monzó y la urgencia de un service para Cambiemos”

Emilio Monzó, presidente de la Cámara de Diputados de la Nación. (Foto Diego Díaz)La decisión del ex Intendente de Carlos Tejedor de no buscar renovar su banca en Diputados en el 2019, y por ende dejar de ser Presidente de la Cámara de Diputados fue tema principal en los medios nacionales.

A continuación, el artículo que publicó Clarín de Fernando Gonzalez:

A las tormentas se las puede enfrentar o eludir, pero jamás ignorarlas. Y el aviso de Emilio Monzó, anticipándole al Presidente que quería bajarse del barco de Cambiemos 20 meses antes de llegar a puerto, es la primera señal de fatiga institucional de una coalición gobernante que nunca quiso asumirse como

coalición.

Monzó no es sólo un dirigente bonaerense que fue intendente de Carlos Tejedor y siempre se mostró disconforme con la política de alianzas del oficialismo. No es un ministro con ganas de armar un proyecto político propio ni un funcionario agobiado por alguna causa judicial.

Monzó es el presidente de la Cámara de Diputados y también es la cuarta opción de recambio en el poder si algo imprevisto les sucediera a Mauricio Macri, Gabriela Michetti y Federico Pinedo.

Hace un año Monzó había sido derrotado y expulsado de la mesa de los estrategas de la política oficial por Marcos Peña, el único jefe con despacho en la Casa Rosada que Macri empodera.

De aquellos duelos sobre si incluir o no a massistas y peronistas modernos en la coalición vergonzante también se ganó una mochila de desconfianza con María Eugenia Vidal. Un virus mortal para cualquier dirigente que quiera mostrar sus habilidades en la provincia de Buenos Aires.

Por eso, un mes y medio atrás estacionó su auto en la Quinta de Olivos y se sentó a charlar un rato con el Presidente. Le dijo lo mismo que, días antes, le había deslizado a Peña.

“Quiero dejar la presidencia de la Cámara e irme a Madrid o algún otro lugar donde pueda colaborar. Estoy cansado, Mauricio, acá no tengo poder de decisión.”

La palabra «Madrid» quedó flotando entre ambos. Hay quienes creen que Monzó esperaba un “vos no te vas ni loco» que lo fortaleciera y lo relanzara para esperar con más expectativas las elecciones de 2019. Pero el macrismo, como el invierno ruso, no conoce la compasión de la primavera.
“Emilio tenía que saber que estos muchachos jamás te piden que te quedes”, escupe un legislador que lo conoce bien y que ha visto casi todo en estos años en el Congreso.

Alfonso Prat-Gay, Carlos Melconian, Isela Costantini. Sólo hay que rastrear los archivos del tendal de abandonos prematuros que, en menos de tres años, dejó el presidente al que el escritor Jorge Asís apoda “El Ángel Exterminador”.

En vez de pedirle que se quedara, Macri lo palmeó y le prometió a Monzó que habrá una embajada importante para él el año próximo si llega la caricia aún lejana de la reelección.

Madrid es, ¿quién podría opinar lo contrario?, uno de los exilios diplomáticos más apetecibles para cualquier funcionario con ansias de tomarse unas vacaciones de las batallas por el poder con sabor a alioli.

Allí está hoy el incansable Ramón Puerta, amigo personal de Macri y quien ha desplegado una agenda intensa para recomponer el vínculo estratégico con España que destrozó el kirchnerismo.

El misionero mantiene un contacto permanente con su provincia y jamás esconde el deseo de volver a gobernarla pero el trueque Monzó por Puerta es todavía una fantasía en el territorio de la incertidumbre.

El verdadero problema lo tiene Cambiemos en la Cámara baja.

¿Cómo negociarán las leyes con la oposición ahora que todos saben que Monzó es un pato rengo? Esa duda atraviesa a Macri, a Peña y sobre todo al radical Mario Negri y a Elisa Carrió, las otras dos bases sólidas en las que que se sostiene la arquitectura parlamentaria del oficialismo.

Este miércoles vuelven a agitarse las aguas en ese mar embravecido que tanto les gusta a los diputados. Con la discusión a los gritos por las tarifas, el peronismo ha vuelto a encontrar una bandera que apunte a la utopía de la unificación.

Si bien son 27 proyectos los que se van a presentar para aliviar el pago de los servicios públicos como para garantizar una sesión especial extensa y mucho ruido mediático sin efectividades legislativas, la certeza que ha comenzado a observarse es que ni a los peronistas de diálogo ni a los de Sergio Massa los avergüenza ahora aparecer en la foto junto al kirchnerismo.

La ansiedad por volver al poder parece ser más energizante que el eclipse de la sombra de la corrupción K. Un dato que anotan los integrantes de Cambiemos vacunados contra la fiebre del optimismo.

Cuando la variable para medir estos factores es la velocidad de reacción política, la pole position suele tenerla el inefable Luis Barrionuevo.

Salió rápido a protegerlo a Monzó en el programa de Alejandro Fantino y a augurarle un pronto regreso al peronismo como para terminar de incendiarlo. Investido con una intervención ficcional del legado de Perón, el gastronómico le dijo el domingo a Clarín que al movimiento podían ir todos, incluso “Cristina con su prontuario”.

Vale recordar que él fue quien inmortalizó aquello de “dejar de afanar al menos dos años” durante la etapa a veces olvidada del menemismo. Tal vez por eso incluya dentro del arca de la unidad a la ex presidenta, quien ya lleva oportunamente dos años y medio sin el aura de los que mandan.

Mientras Monzó sueña con una embajada y el peronismo se revuelca en el barro de su decadencia, Macri y los suyos leen las encuestas que muestran la baja persistente de la imagen presidencial, y preparan algoritmos y timbrazos para la campaña del año próximo.

Pero algo cruje en las vísceras de Cambiemos.

La coalición acusa fatiga de materiales y necesita desesperadamente un service que le devuelva la frescura.
Ya no son sólo los radicales y los lilitos quienes rezongan por la ausencia de mística y de contención. En voz baja pero audible empiezan a aparecer dirigentes del PRO que se quejan por la frialdad de quienes están más cerca de Macri.
“¿Dónde estaba Mario Quintana cuando tocábamos timbre en Lugano para Mauricio hace diez años?”, pregunta una funcionaria más compungida que enojada.
El sistema de poder con el que se maneja Macri tiene a Vidal y a Horacio Rodríguez Larreta como socios fundadores y a Marcos Peña como director ejecutivo.
Debajo funcionan Quintana y Gustavo Lopetegui con categoría de gerentes generales y algunos ministros que logran hacerse escuchar de vez en cuando.
Formado en la empresa de su padre, al Presidente le sienta bien el esquema gerencial que ahora expulsa a Monzó y ya trabaja en un sistema para reemplazarlo por otro con una dinámica mucho más obediente.
Es posible que el terremoto político desatado en estas horas obligue al macrismo a adelantar los cambios en el Congreso para mucho antes de las elecciones presidenciales de 2019.
Nadie sabe exactamente hasta dónde llegará el impacto de la salida de Monzó pero la dinámica abierta es imprevisible.
Hoy es un día de fragor intenso contra todas las variantes del peronismo y los meses que vienen dirán si el Gobierno logra mantener a su favor el humor de la clase media. Ese viento rebelde que suele cambiar de dirección tan sutilmente que los perjudicados se dan cuenta cuando ya es demasiado tarde.

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