Fin de la discusión: el aborto será ilegal. Por Carola Urdangarín

Ya quisieran. Nos preguntaron incansablemente jugando a los azarosos -y como si no supieran que los 38 senadores votarían en contra- si después de que eso suceda, nos íbamos a dejar de joder. Les respondimos entonces y lo repetimos fuerte. No. Porque la gran diferencia es esa: no surgimos para pelear un derecho ayer y moriremos mañana. No imitamos campañas ni embanderamos mentiras.

Sería muchísimo más fácil escribir una serie de datos. Información, estadísticas, exposiciones literales de los fantásticos legisladores argentinos. Pero eso ya está hecho en Tejedor Noticias desde la previa de aquel 14 de junio en que el Proyecto tuvo media sanción. Me propongo hoy hacer el balance de qué dejó este proceso.

Primero, y aunque suene reiterativo, una lucha que

no está intacta sino mucho más fuerte. Acompañando al feminismo que desde 2015 es un colectivo tan innegable como diverso, la lucha por el aborto se hizo masiva. Hace 13 años la Campaña Nacional por el Aborto Legal, Seguro y Gratuito gestada en un Encuentro Nacional de Mujeres se limitaba a las creadoras. A grupos chicos que fueron creciendo y fueron presentando proyectos de ley incansablemente en todo este tiempo. El Congreso Argentino se cansó de desestimarlos. La política argentina se cansó de negarlos. Las que no se cansaron fueron esas mujeres.

A más de una década de la primera presentación, y con ocho proyectos que perdieron estado parlamentario, la Campaña sintió al fin el abrazo feminista que no sé si vio venir. La marea verde dejó de ser una metáfora cuando en la calle, al grito de “aborto legal, en el hospital”, las jóvenes tomamos la decisión política de formar la ola más grande de los últimos tiempos.

Esa Campaña Nacional que no se cayó ni con el desprecio más profundo de la clase política conservadora y no conservadora, y esta marea feminista de jóvenes que entendió que sus derechos se conquistan o cualquier dinosaurio verá la chance de decidir por ellas, no se rinden. Las niñas, adolescentes y adultas de Argentina entendimos, sabemos y gritamos que la maternidad será deseada.

Digo “jóvenes” y digo “mujeres”. Digo “jóvenes” porque -si bien las creadoras y las eternas adoradas por romper concepciones que parecían irrompibles, no son precisamente adolescentes- las que copamos la calle transformándonos en el sujeto de atención política una vez más en nuestra historia, somos las pibas. Y también digo “mujeres”; lo hago porque estoy convencida que -si bien las marchas se llenan de varones apoyando una lucha popular- este es un derecho a conquistar por nosotras, que nos pone en el centro de la escena política y que nos deja mostrar al país y al mundo que el feminismo de Argentina está más fuerte que nunca.

Incontables e irrepetibles las burradas de quienes, como dijo Cristina, “nunca entienden nada” (tranquilos, ya viene un párrafo para Cristina). El senador tucumano José Alperovich explicó que votaba en contra porque “decidió no hacer política con esto”. Bueno, ni merece explicación: pero sabemos que un Senador de la Nación, lo único de lo que trabaja es de hacer política. De ese chiste de discurso saco la palabra que nos trae: política. Esa noche de diluvio y frío me hizo pensar toda la noche en eso. Somos la nueva política.

En la marcha estábamos todos: el Partido Obrero, el Frente de Izquierda, la Juventud Radical, las juventudes del peronismo dividido, las y los que levantamos hoy sólo banderas feministas, las y los que jamás habían ido a una marcha, abuelas, nietas, madres. Hermanas, todas hermanas. Esta discusión significó aún más que la esperanza de un país de mujeres que puedan decidir sobre sus cuerpos; generó un cimbronazo en los partidos políticos. De repente, los más conservadores de cada partido se sintieron los dinosaurios que son. No sólo por no haber votado una Ley que el mundo esperaba que voten, sino por atender a los pedidos de dos o tres, de la Iglesia y las clases conservadoras. Saben que lo son aunque la jueguen de héroes y heroínas. Los y las otras, los que votaron y militaron por esta Ley, entendieron que el camino de la nueva política tiene que incluir sí o sí las demandas del colectivo argentino por los derechos de las mujeres, o seguirán siendo cómplices de una desigualdad que nos mata a diario, y corridos de la cancha.

Cristina, Macri y la sublime Michetti

De Macri se dijo de todo: principalmente celebran que “abrió el debate”. No encuentro valentía alguna en un Presidente que teniendo la mayor concentración de poder no es capaz de hablar de políticas públicas reales en este sentido, ni de ponerlas en práctica. “Abrir un debate” sería instalar un tema que no se instaló. Y este, como nunca en casi 15 años, era tema instalado. No nos colgamos un pañuelo verde de la mochila el 1° de marzo cuando Macri “habilitó” la discusión en la apertura de sesiones. Lo traemos hace años y fuimos las responsables de hacer masiva la causa. No me molesta en absoluto que se le atribuya ese mérito, de todas maneras. Lo que me molesta es la tibieza de los que tienen el poder.

La que no sabe de tibieza es la vicepresidenta de la Nación, Gabriela Michetti. Una mujer de nuevo en un alto cargo de poder, pero sin una mínima capacidad de empatizar y de entender una realidad que no le pertenece. Está “a favor” de la vida -dice- pero celebra a micrófono abierto con un “¡Vamos, todavía!” un año más de muertes. Un año más de 41 abortos clandestinos por hora en la Argentina que se supone que dirige. Algunos con perejiles, otros con perchas, agujas de tejer, intervenciones hechas por cualquiera en cualquier condición, lucrando con la decisión irreversible y muchas veces desesperada de las mujeres, y con la ignorancia y el miedo a la persecución de las más pobres.

Porque ser mujer y estar en un alto cargo de poder no te hace necesariamente feminista, también vamos a hablar de Cristina Fernández. La ex Presidenta es hoy Senadora y votó a favor, en un discurso que estaba lleno de verdades: los logros de su Gobierno para con algunos derechos fundamentales y preciados como la Ley de Educación Sexual Integral, la Ley de Amas de Casa y de Empleadas Domésticas, la de Identidad de Género, el matrimonio igualitario, la Asignación Universal por Hijo, las ligaduras de trompas y las vasectomías, y la tipificación de “Femicidio” en el Código Penal. Pero tanto como de verdades estuvo lleno de egocentrismo, uno que no puede evitar y que ya conocemos. Y también de definiciones tibias que nos piden un feminismo “que no se enoje con la Iglesia”, siendo absolutamente consciente de que se trata de la Institución que no sólo denigra al género desde los relatos de los orígenes y las divisiones de poder internas, sino que además se encargó de ir en contra de todos los Derechos Humanos a lo largo de la historia y fue cómplice de la dictadura más atroz en la que los bebés (hablo de nacidos, los otros no son bebés) no parecían tema importante cuando torturaban a sus madres y las tiraban al río, no sin después decidir arbitraria e ilegalmente a quiénes les entregarían el paquete.
Para mí, feminista del 2018, es imperdonable. Pero no hace falta aclarar que no represento a nadie más que a mí.

Más allá de esto, de los líderes políticos fuertes y de los que deciden exponerse a la caída de sus carreras por defender intereses oscuros y antiguos, el capital político de hoy lo tienen los dirigentes jóvenes y entendedores de una lucha que mantuvo a dos millones de pibas en la calle. También algunos no tan jóvenes: claro que jamás olvidaremos la exposición de Pino Solanas, que con 82 años fue el único senador que se atrevió a hablar de la libertad y el goce de las mujeres oprimidas y silenciadas desde siempre.

Por último y a modo de amenaza, si no les molesta, diré que no les vamos a permitir que nos corran con la teoría de que la Ley de Interrupción Voluntaria del Embarazo podría contribuir a ocultar abusos y violaciones. Lo dicen porque el proyecto establece que no es necesaria la intervención de la Justicia para que se practique un aborto a una mujer embarazada producto de una violación fuera del plazo de las catorce semanas. Eso se decidió después de conocer que la Corte Suprema de Justicia pidió en el Fallo F.A.L que, en pos de no dilatar el aborto -y que quizás después no haya posibilidades de hacerlo-, esas prácticas se hagan con una Declaración Jurada presentada por la víctima. Si quieren seguir profundizando en el tema, podemos detallar uno a uno en un listado los dirigentes que se reunieron con curas, Obispos y autoridades de la Iglesia acusadas y cómplices de cientos de miles de abusos y violaciones. O podemos hablar de cómo se cubren esas causas en sus provincias. O podemos simplemente decirles que no podrán acusar jamás a este movimiento de encubrir abusos y violaciones, siendo el único que nació con el objetivo principal de visibilizar la violencia machista, y mantiene firme ese espíritu.

No podrán, como no podrán obligarnos más a gestar y parir. Como no podrán obligarnos a transitar embarazos que no deseamos y muchas veces no provocamos. Como no podrán frenar ni a esta Ley, que saldrá más tarde o más temprano y tendrá la mancha de la sangre de nuestras hermanas muertas, ni a este movimiento feminista que ya ocupó la política y la agenda de Argentina.

Por la memoria de Liliana Herrera, de 22 años, muerta la semana pasada por un aborto clandestino en Santiago del Estero. A sus dos hijos, todo nuestro amor. Les y nos prometemos una única cosa: ¡SERÁ LEY!

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