Por el Dr. Juan José Prieto, Farmacéutico Nacional
En Argentina, en los últimos días se cumplieron 30 años del fin de la dictadura militar, y en lugar de haber sido una fiesta se han vivido horas de extrema crudeza, en donde la inseguridad alcanzó su máximo esplendor como consecuencia de una huelga policial por reclamos salariales, que derivó en saqueos a diferentes comercios y viviendas de particulares, dejando un saldo de una decena de personas muertas y cientos de heridos.
Las muertes se produjeron entre la noche del lunes y las primeras horas del martes en Chaco, Jujuy y Tucumán, donde además se registraron decenas de heridos y centenares de detenidos durante los hechos delictivos. Este estado crítico comenzó la semana pasada en numerosas provincias, y ya habían dejado unmuerto en Córdoba y otro en Entre Ríos.
Los reclamos de la policía se basan en un pedido de llevar el salario mínimo a valores de entre 12.000 y 13.000 pesos, a semejanza de la Policía Metropolitana, creada por el jefe de Gobierno porteño, Mauricio Macri, como así también el cobro del aguinaldo en el mes de diciembre.
Como consecuencia del autoacuartelamiento, que involucraron a algunas fuerzas provinciales, se dejó una especie de zonas liberadas que fueron aprovechadas por muchos delincuentes, y otros oportunistas, realizando diferentes saqueos que llevaron a que, en algunas provincias, los comerciantes tomaran distintas medidas ante la manifestación de los efectivos policiales, recurriendo, en algunos casos, a los servicios de empresas de seguridad privada para resguardar sus comercios, o tomando medidas adicionales como el enrejado de los frentes.
El sector farmacéutico tampoco quedó fuera de estos actos de violencia y vandalismo, donde los mostradores sufrieron las secuelas del robo de sus cajas chicas y de medicamentos (preferentemente psicofármacos), que llevó a que un porcentaje elevado de farmacias decidieran cerrar sus puertas, situación esta que sumada a la crisis que atraviesa el sector producen mucha más preocupación y desestabilización.
Es muy evidente que lo que venimos aportando con los impuestos no sirve para brindarnos la seguridad que nos merecemos, o caso contrario no sabemos dónde es destinada, o de qué forma es distribuida la recaudación.
Como ciudadano común y Farmacéutico mis preguntas son innumerables:
.- ¿es posible que algunos roben un televisor u otros artículos (electrodomésticos, equipos de electrónica, etc.) mejor del que tenían? O será que algunos pretenden instalar el miedo para ganar con la inseguridad.
.- ¿Debería existir una condena por toda la sociedad? O existirá una judicial.
.- ¿Será posible resolver estos temas de otra manera? La policía debería comprender que de algún modo expusieron a la población, poniendo nuestras vidas en riesgo.
.- ¿Cómo nos van a reparar el daño que nos ocasionaron?, ¿nos eximirán de algún impuesto? o una vez más nos harán saber que es nuestro problema.
Con respecto a los oportunistas que simplemente robaron, no es posible definirlos más que como seres despreciables, que en muchos casos están muy acostumbrados a la dádiva del Estado; como deducción desconocen del esfuerzo y dedicación de muchos de nosotros, son engendros que buscan al enemigo en el otro, en el simple laburante, que con dignidad se levanta todos los días a ganarse el pan y a pagar los impuestos como verdaderos ciudadanos. Seguramente no se dan cuenta que el enemigo son ellos mismos, y lo tienen dentro suyo, pues no existe ningún motivo para salir a hacer el daño que han producido.
Produce una enorme indignación ver a trabajadores atrincherados, rogando que no entren a nuestras farmacias, mientras ellos actuaron de forma impune, robando todo lo que este a su alcance y a su placer, de una manera totalmente permitida por ciertos personajes que suelen jactarse de su “vocación de servicio”; y lo peor es ver que cuando otros gremios reclaman es la propia policía la que reprime con gran dureza; aquí cabe preguntarse ¿son los únicos que pueden reclamar por tener un arma?, constitucionalmente ¿de qué forma actuaron?.
Por otra parte, la moraleja de esta ausencia policial y sus lamentables consecuencias, que todos hemos padecido, es que el Gobierno como institución, en sus diferentes jurisdicciones, es muy permeable al chantaje mafioso, situación que no ocurre en otros ámbitos, como en los paros de docentes, con todo los perjuicios que ello provoca para las futuras generaciones, sin embargo no consiguen que el Estado les reconozca sus justos reclamos. Es precisamente en este punto que quiero resaltar que la petición fue legítima, lo que no estoy de acuerdo es en la metodología utilizada. Todos presenciamos, en vivo y en directo, cómo triunfaron las armas, o más específicamente la ausencia de su violencia.
Es muy evidente que aquí triunfó el malo, el acto animal y el más violento por sobre la cordura, la sensatez y la empatía por el otro, cuando en realidad deberían crearse nuevos paradigmas de gestión con la conformación de una mesa de diálogo, donde se reconozca la representación de los delegados elegidos por los Policías, y en donde ellos mismos demuestren madurez, no dejando de brindar el servicio de seguridad a la sociedad. Si bien es cierto que son trabajadores que merecen una justa retribución por su riesgosa labor, dicho trabajo no es como cualquier otro, ya que tienen una gran responsabilidad social que nunca deberían dejar de cumplir; todo esto debe de ser considerado junto a la buena predisposición del Gobierno, de este modo es como se resolverán este tipo de conflictos sin alterar la paz social. Es aquí donde ganaremos todos y no uno pocos.
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