Tejedorense sufrió secuestro virtual: dramático relato. “Hay que pedir ayuda, hacer todo lo que yo no hice”

Un vecino de Carlos Tejedor fue víctima de un secuestro virtual en el que aseguraban tener a su hijo. Gracias a sus empleadas hubo un final feliz. Pero pasó casi 10 horas de mucho nerviosismo: viajando, cambiando de remises, con el celular que se quedaba sin batería y, sobretodo, pensar que estaba en juego la vida de su hijo. TODOS LOS DETALLES.

El contador Juan Carlos Bertone recibe a las 10.20hs un llamado a su teléfono fijo, le dicen que hablan de la Policía y le informan que hubo un accidente.  Acto seguido le preguntan el nombre y

 

 


si tiene algún hijo. Ante la respuesta afirmativa, le dicen: «Si, efectivamente es él. Está bien. Está muy alterado, está muy nervioso pero es él. Nosotros le vamos a dar con él para que lo calme y usted esté tranquilo que él esté bien»

 

«Me dan y aparece la voz de mi hijo diciendo: ´Papá esto es un secuestro. Ayudame por favor. Hacé lo que te pidan´. Para Bertone era la voz de su hijo, no había dudas. Pasadas más de 7 horas se enteraría de que no era así.

 

«Le sacan el teléfono – al supuesto hijo-. Me dicen:  ‘Esto es un secuestro, dame el número de tu celular ´. Les pasa el número, lo llaman y lo comienzan a insultar «pesado, mal».

“Apurate porque nos estás cansando. Juntá la plata que tengas, las joyas”, le dicen los secuestradores a Bertone, al tiempo que le piden que cambié el chip del celular “si o si”.

El contador envía a su empleada a comprar un chip junto con un cliente.  Mientras tanto los “secuestradores”  le dicen que llame a un remís.

«Apurate porque nos estamos cansando y le vamos a cortar un dedo«, insisten del otro lado mientras realizaba todo lo que le pedían.

Como Bertone no sabía cambiar el chip, le da el celular a Florencia, la empleada, para que lo cambie. Ella habla con el aparente hijo del contador, a quien le notará la voz un poco cambiada.

«Importante: Florencia anota el número del chip nuevo. Chip que no tenía crédito», resalta la víctima.

Siguiendo la orden de los “secuestradores” llama a un remís y se dirige  a la ciudad de 9 de Julio. Durante todo el viaje llevará el celular prendido lo que hace agotar la batería del celular, por lo que ante la orden debe buscar un lugar para comprar uno.

Cuando llega a la terminal de 9 de Julio, les pide permiso para ir al baño. Le conceden lo solicitado, y le dicen que apague el celular durante 15 minutos para cargarlo, y que averigüe los horarios de los micros.

“Es muy tarde, tomate otro remís a Bragado”, le ordenan cuando les informa la hora de salida de los colectivos. Bertone les hace caso, cuando están llegando le dicen que siga hasta Chivilcoy.

“No sabían ni por donde andaban. No eran ni de Provincia de Buenos Aires, ni de Capital. Ellos me habían preguntado la localidad más cercana (…) Las localidades las sabían porque yo les había dicho el itinerario”, explica el contador.

Al llegar a la terminal de Chivilcoy, le pide permiso a un cantinero para cargar el celular. Nuevamente tiene que averiguar horarios de micro, y nuevamente le dirán «tomate otro remís hasta Mercedes«

“¿Por dónde vas? ¿Cuánto te falta? ¿A dónde estás llegando?”, le preguntaban insistentemente.

Nuevamente el celular se estaba quedando sin batería. Los secuestradores le dicen que le pida el número de teléfono al remisero. Cuando ya no puede hablar por su celular, lo llaman al del conductor del auto.

“Cuando estamos llegando a Mercedes me dicen que tengo que seguir hasta Lujan, pero que si o si tenía que comprar un cargado para auto”, cuenta Bertone.

El les pregunta  “¿Pero dónde consigo (un cargador para auto)?”. Inmediatamente le responden: “ No es problema nuestro la puta que te parió. Lo matamos acá nomás

Cuando llega a Luján se repite la situación que se había dado en los otros viajes: averigua el horario de colectivos y le dice que tiene que seguir hasta Buenos Aires.

«Le digo: ¿Hasta dónde me vas a llevar? Y me dicen: ´Si hiciste tantos kilómetros…´. Ni sabían cuántos”, cuenta la víctima del secuestro virtual.

Nuevamente pregunta a un remisero si lo puede llevar hasta Flores o Caballito, según lo que le habían dicho los secuestradores. Bertone recuerda el horario: “17.50hs, oscureciendo, momento muy jodido”.

Como ya tenían el cargador  para auto y Bertone iba sentado atrás, el celular viajaba en diferencial del auto, siempre abierto. Por momentos la señal se cortaba, los malvivientes lo llamaban y les decía por donde iba.

«Por ahí una entrada (mensaje) del Juanca: Papá yo estoy bien, estoy en Rosario«, ve el mensaje, intenta responderlo, pero no puede porque no tenia crédito.

Bertone únicamente había cambiado el chip, su teléfono era el de siempre, por lo que tenía agendado sus contactos. El que escribía era efectivamente su hijo.

“Yo no puedo responder el mensaje pero me entró la duda. A este lo tienen secuestrado en Rosario”, piensa.

En un momento lo llaman y le dicen: «Juan Carlos soy Pablo Moreno”. El que hablaba era un efectivo policial de Carlos Tejedor, al que el contador conocía “desde siempre”.

Bertone le responde que no lo conoce. Moreno insiste: “Juan Carlos vamos al gimnasio juntos. Nos conocemos de toda la vida”. Ante la negativa lo vuelve a llamar, y el contador contesta: “No me llames más. No me molestes”.

Suena nuevamente el celular y escucha que le dicen: «Bertone, habla Mariani (oficial) de la Policía de Tejedor. Son todas mentiras Juan Carlos. Su familia está bien. Está todo bien

En ese momento le “agarró una crisis”, le piden que le pase el celular al remisero y le dan indicaciones del lugar a donde tenían que llevarlo, y  lo iba a esperar su hija Ana Laura.

“ (El celular) sonaba permanentemente yo no atendía a nadie. ¿Quiénes llamaban? Todos. Ya todos tenían el celular: mi hermano, mis hijos, los chorros, la policía. Yo no atendí más porque no podía más”, cuenta Bertone

El remisero lo estaba llevando al departamento del contador en Buenos Aires, pero se equivoca al tomar una calle. Finalmente llega al estacionamiento, donde debería estar esperándolo su hija, pero no estaban.

«Me agarró otra crisis. Me digo, entonces ¿Es un secuestro en serio y lo abandoné? Porque yo quería que me mataran a mí, pero no a él. Yo no tengo más para vivir. A mí que me importa la vida, pero no a el que tiene 31 años”.

Los “chicos del estacionamiento”, que conocían a la familia, ayudan a calmarlo. Van a una delegación de la Policía Federal, pero que no recibía denuncias ya que no se trataba de una comisaria.

Luego de unos minutos llega el esposo de su hija y, más tarde, ella.

“De la Federal nos fuimos a la comisaria 9°, que está en Billingurst y Corrientes. Nos tomaron la exposición”, explica Bertone.

Mientras tanto en Tejedor

Florencia, la empleada que le cambió el chip a Bertone, notó “raro” el comportamiento de su Jefe y la manera en que se había ido.

Cuando se fue del trabajo, llamó a María Rosa, “la persona que los ayuda en tareas de limpieza y es la única que tiene clave y código para poner la alarma”,  para contarle lo que había visto y percibido.

Cuando María Rosa regresa a su casa, su hija Antonella le dice: “Mamá acá ocurre algo muy raro. Vos no podés callarte algo que después puede atormentarte toda tu vida, si después ocurre algo tremendo».

Entonces, María Rosa le envía un mensaje a Irma, la mujer de Bertone, que leerá el mensaje recién a las 16 horas.

«Si Irma lo hubiese visto antes, antes hubiera comenzado todo el proceso de rastrillaje. O si Irma hubiese estado acá no me hubiese dejado ir. O si yo estoy y no aparezco hubiera llamado a la policía», detalló Bertone.

Cuando Irma lee el mensaje habla con María Rosa y se contactan con la comisaria. “Florencia había guardado el número. Ya tenía el número la policía. Irma ya se estaba viniendo de La Pampa”, cuenta el contador

«Es increíble cómo se jugaron los tipos para llevar a alguien casi 450km, es mucha distancia y mucho rato”, analizará luego el contador.

Hay que pedir ayuda, hacer todo lo que yo no hice

“Te voy a decir lo que creo que es lo más importante. Cuando ocurre un accidente, un hecho delictivo, la policía no te llama por teléfono. Te avisan personalmente. Primer punto”, enfatiza la víctima del secuestro virtual.

“Y segundo punto el contexto: las amistades, las relaciones las familias. Porque te conocen, conocen tu diario vivir. Te conocen enojado, te conocen alegre. En la variación del estado de ánimo es donde se dan cuenta si pasa algo o si no pasa nada”, resalta Bertone. Fueron precisamente sus comportamientos “raros” los que hicieron que la empleada le avise a otra empleada y esta a su mujer para comenzar el rastrillaje.

“Yo no puedo dejar de no decir esto porque es una ínfima colaboración para que no ocurra. Hay que pedir ayuda, hacer todo lo que yo  no hice. Yo quería encontrarme con los tipos  y darles la bolsita de nylon”, reconoce Bertone.

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