La Nación: “Monzó, la estrella de Pro que trabajó con Boudou y Scioli”

En la edición impresa del diario “La Nación” se publica una extensa nota sobre el ex Intendente de Carlos Tejedor, Emilio Monzó, en la que, de alguna manera, se repasa su carrera política.

Amado Boudou y Francisco de Narváez. Sergio Massa y Mauricio Macri. Daniel Scioli, Florencio Randazzo y el misionero en Pro, Humberto Schiavoni.

No muchos, en la política argentina, pueden decir que sus amistades abarcan un espectro tan amplio de dirigentes como el de Emilio Monzó, el peronista que desde este verano es el coordinador nacional de la campaña presidencial del


líder de Pro y jefe de gobierno porteño.

 

Ex joven prometedor y miembro de la Ucedé de Alvaro Alsogaray e intendente de Carlos Tejedor, Monzó fue ministro de Asuntos Agrarios del actual gobernador Scioli hasta que el conflicto con el campo separó sus caminos; mudó su capacidad para el armado político en cada rincón del país a las huestes de De Narváez hasta que, a sus 44 años, decidió que el macrismo, o la pata peronista de Pro, pasara a ser su lugar en el mundo.

Sentado en un restaurante de Palermo, con modos amables y pinta de galán, Monzó atribuye esos cambios a que sabe hacer su trabajo y a que es «buena persona». Asegura que su pase al equipo de Macri fue una decisión acertada. «En este trabajo, si el celular no suena estás en problemas. Por suerte, en los últimos días el mío está sonando mucho», bromea.

Compañero de militancia juvenil de Massa, Boudou y el actual titular de la AFIP Ricardo Echegaray, Monzó fue asesor, desde muy joven, del líder ucedeísta Francisco de Durañona y Vedia. A la vez, fue construyendo su carrera política en Carlos Tejedor, y soportó varias derrotas antes de pasar al bando ganador. «En 1999 perdí, pero gané. Al que me derrotó se lo llevó puesto la crisis y gané caminando en 2003», se divierte.

Un breve paso como diputado provincial lo depositó en el gobierno de Scioli, con quien sigue teniendo «una muy buena relación», aunque su postura en defensa de los productores lo eyectó del poder. «Sigo convencido de que el kirchnerismo benefició a los grandes productores y perjudicó a los más chicos. Nadie podía escuchar esto desde el Gobierno», afirma.

Lamenta que la pelea se llevó su amistad con el ministro Randazzo, «Me duele terminar así después de 15 años de amistad.

Pero la vida nos dará la oportunidad de un café», dice, algo dolido. Su profesión de fe peronista («nunca fui progresista», aclara) lo lleva a criticar a la presidenta Cristina Kirchner. «Apelar a Perón es esconder la incapacidad de manejar los tiempos. La dirigencia peronista no es K, y mucho menos cristinista», define. Con ese discurso elogia a algunos intendentes bonaerenses hoy kirchneristas (Massa, Breitenstein, Eseberri, Alegre) e intenta seducirlos para que se acerquen a Macri.

Conoció a Macri jugando al fútbol en Punta del Este, un reducto alejado de la tradición peronista, y con Alejandro Gravier como intermediario. «Fue hace 15 años, y él ya pensaba en gobernar la ciudad», advierte. «Mauricio es buena persona y previsible en lo político. Dos virtudes que no abundan», elogia. Conciliador, ve a Eduardo Duhalde «confluyendo con nosotros», dice ser «respetuoso de los tiempos» de Carlos Reutemann, y asegura que, en Córdoba y Santa Fe, Pro «irá a las elecciones con candidatos competitivos».

Casi terminando su gaseosa light, la nueva estrella del mundo Pro deja una definición de sello peronista disidente. «Cristina no es inteligente, tiene memoria. En el peronismo hay muchos que no tienen información, pero que fuman dentro de una garrafa sin que les pase nada», se ríe.

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